Estamos sumidos en la enorme cobertura mediática de la visita
del Papa Francisco a México, la primera que realiza el tan querido Jorge Mario Bergoglio
a nuestro país. Su presencia en portadas de periódicos, planas completas, horas
y horas de tiempo televisión y radio no son cosa menor, ni son injustificadas.
Desde su llegada a la máxima silla del catolicismo, hace
poco menos de tres años, se ha caracterizado por su gentiliza fuera de norma, su
arrojo para enfrentar muchos de los problemas añejos de la Iglesia y su valentía
para señalar los conflictos que enfrentan los países de todo el mundo.
México, obviamente, no ha sido la excepción. En nuestra
nación se vive una permanente crisis multifactorial: económica, de seguridad, de
impunidad, de corrupción, de derechos humanos y –sobretodo- de credibilidad en las
instituciones.
Por ello, la visita del Papa, además de la fe y esperanza
que despierta, produjo una generosa expectativa sobre si abordaría los
problemas de nuestra nación y el tono en que lo haría. Por ello, el “regaño” que hizo a la clase
política en Palacio Nacional fue festinado por muchos, retuiteado por miles,
compartido por aún más:
“…Cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo”
A su lado, el Presidente Enrique Peña Nieto. Frente a él,
cientos de funcionarios, líderes políticos, legisladores y miembros de la clase
política en general. Todos, receptores de las duras palabras, quienes a pesar
de todo aplaudieron sus dichos.
Foto: Presidencia de la República |
Lo pronunciado por el líder de la Iglesia coincide al menos
en concepto con las inquietudes de una amplia parte de la población, la que no
está contenta, la que no coincide con el Gobierno, los que recriminan al
Presidente, el Jefe de Gobierno, el Gobernador, el Alcalde, todos y cada uno de
sus problemas.
Momentáneamente, otros temas de importancia –y vaya que los
hay- reciben en el imaginario mediático el reducido espacio que queda después
de cubrir las actividades del Papa como lo amerita. El jueves, una vez que el
Papa Francisco haya dejado el país, volverán la agenda propia, los ataques, las
acusaciones y el día a día de la política en México. Y un tema en específico,
con más ganas.
CODA
La escena, en un mercado popular de la Ciudad de México. Un
humilde vendedor se queja en lenguaje florido con un tendero sobre Ayotzinapa,
de la inmisericordia del Ejército, de la corrupción, de “los pinchis rateros
del gobierno”, de los baches, de la contaminación, del narcotráfico; en fin, de casi todo el catálogo de problemas que enfrenta México.
Interrumpe su monólogo solo para descansar la enorme bolsa llena de películas y
discos piratas que ofrece a la venta.
Discurso completo del Papa Francisco en Palacio Nacional del 13 de febrero de 2016: http://eluni.mx/1QidY77
2 comentarios:
El aplauso de los funcionarios sería de aceptación o de simulación.?
De cortesía política jaja
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